Reflexión sobre el uso de la música en la prevención de violencia

En el 1996, la Asamblea Mundial de la Salud declaró la violencia como un asunto prioritario para la salud pública. Según Krug, Mercy, Dahlberg y Zwi (2002), alrededor de 4,400 personas perecen todos los días debido a actos violentos auto-dirigidos, interpersonales o colectivos, cuyas causas resultan ser complejas y ocurren en diferentes niveles (ver Krug et al., 2002). No obstante, las investigaciones sobre violencia escolar han aumentado significativamente (Cava, Buelga, Musitu y Murgui, 2010). De igual forma, diversos estudios han arrojado lo extendido que se encuentra este fenómeno, el cual está presente en todos los países (Del Barrio et al., 2008; Del Rey y Ortega, 2008; Smith, 2004). Esta violencia envuelve varios tipos de conductas transgresoras que tienen lugar en escuelas e institutos. Entre éstos se encuentran actos delictivos leves, que incluyen la rotura de cristales, hasta patrones de comportamiento más graves y relacionados con la agresión física y verbal a profesores y compañeros (Cava y Musitu, 2002; Díaz-Aguado, Martínez y Martín, 2004). Por tal motivo, existe la preocupación, necesidad e interés de incrementar intervenciones dirigidas a contrarrestar la violencia escolar. Para propósitos de la discusión, se expondrá y analizará la propuesta de Nöcker-Ribaupierre y Wölfl (2010), cuyo trabajo parte desde la práctica de la musicoterapia.

Las escuelas son la base de la formación de individuos en una sociedad. En los últimos años (ver McFerran & Wölfl, 2015; Nöcker-Ribaupierre & Wölfl, 2010), se ha abordado el planteamiento sobre los usos de la música como un mecanismo de prevención de violencia en los contextos escolares, ya que se entiende que este tipo de arte permite adquirir nuevas habilidades emocionales y cognitivas, capacitando a las personas para hacer frente a los retos de la vida (Hüther, 2004). En el proyecto piloto de Nöcker-Ribaupierre y Wölfl (2010), diseñado para amortiguar tales conductas violentas en dos escuelas en Alemania, el objetivo clínico es apoyar a los niños y adolescentes para que expresen su estado emocional y su tensión agresiva. A través de la música, los autores buscan la regulación del afecto y la agresión, la resolución de situaciones de conflicto, la evitación y la resistencia de situaciones amenazantes y el manejo constructivo dentro de un marco temático. Asimismo, el proyecto promueve el respeto recíproco, la aceptación de las diferencias individuales, la integración social y la disminución de prejuicios para desarrollar una sensación de unión emocionalmente estabilizadora, experimentada de manera lúdica y apoyada terapéuticamente. De esta forma, la música funcionará como vínculo a la diversidad e interculturalidad (Tan, Pfordresher y Harré, 2010).

De acuerdo a Congreve (2011, p. 13), “la música tiene encantos para calmar un pecho salvaje, para ablandar rocas, o doblar un roble nudoso”. En un mundo donde se puede observar la necesidad de implementar estrategias efectivas y novedosas, es imprescindible la aplicación de este arte como herramienta preventiva y curativa para promover el bienestar y el desarrollo social dentro del contexto escolar. Sin embargo, a pesar de que ha de tener consideraciones adicionales al diseñar un programa que utilice la música como mediador de la violencia (McFerran & Wölfl, 2015), esto muestra el avance y papel que desempañan las artes en la sociedad, proveyendo así el espacio ante nuevas posibilidades, tales como la creatividad, flexibilidad y compresión de intervenciones efectivas contra la violencia.

juan

Juan Ortiz,
Estudiante sub-graduado de Justicia Criminal en la Universidad de Puerto Rico. Mis intereses académicos giran en torno a la aplicación de la músicoterapia en el escenario clínico y en el uso problemático de sustancias.

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Unknown Comité de Prevención de Violencia – Asociación de Psicología de Puerto Rico

Referencias
Cava, M. J., Buelga, S., Musitu, G., & Murgui, S. (2010). Violencia escolar entre adolescentes y sus implicaciones en el ajuste psicosocial: un estudio longitudinal. Revista de Psicodidáctica, 15(1), 21-34.
Cava, M. J., y Musitu, G. (2002). La convivencia en la escuela. Barcelona: Paidós.
Díaz-Aguado, M. J., Martínez, R., y Martín, G. (2004). Prevención de la violencia y
lucha contra la exclusión desde la adolescencia. Madrid: Ministerio de Trabajo
y Asuntos Sociales, INJUVE.
Del Barrio, C., Martín, E., Montero, I., Gutiérrez, H., Barrios, A., y De Dios, M. J. (2008).
Bullying and social exclusion in Spanish secondary schools: national trends from 1999
to 2006. International Journal of Clinical and Health Psychology, 8(3), 657-677.
Del Rey, R., y Ortega, R. (2008). Bullying in poor countries: Prevalence and coexistence
with other forms of violence. International Journal of Psychology and Psychological
Therapy, 8(1), 39-50.
Hüther, G. (2004). Ebenen salutogenetischer Wirkungen auf das Gehirn. Musiktherapeutische
Umschau, 25(1), 16–25.
Krug, E. G., Mercy, J. A., Dahlberg, L. L., & Zwi, A. B. (2002). The world report on violence and health. The Lancet, 360(9339), 1083-1088.
McFerran, K., & Wölfl, A. (2015). Music, Violence and Music Therapy with Young People in Schools: A Position Paper. Voices: A World Forum for Music Therapy, 15(2). doi:10.15845/voices.v15i2.831
Nöcker-Ribaupierre, M., & Wölfl A. (2010). Music to counter violence: a preventative approach for working with adolescents in schools. Nordic Journal of Music Therapy, 19(2), 151-161.
Smith, P. K. (2004). Bullying: recent developments. Child and Adolescent Mental
Health, 9(3), 98-103.
Tan, S. L., Pfordresher, P., & Harré, R. (2010). Psychology of music: From sound to significance. Psychology Press: New York.

No te llevarás a mi hijo: Segunda parte

En el artículo pasado de esta serie se trató el tema de los aspectos de seguridad concernientes a los funcionarios del Departamento de la Familia, al momento de remover menores de sus hogares ante una sospecha de maltrato. En el presente artículo se tratará el tema de una de las características que posibilita el maltrato de menores y por lo tanto podría incidir en la cantidad de remociones que se realizan. Esta característica es la normalización del maltrato por parte de las familias.

El término normalización se define en este caso como aquello que resulta común para cierto grupo de personas. Por tanto, para fines de este artículo, la normalización del maltrato de menores significa que los padres o personas que maltratan a un menor ven esta acción como algo normal. Por lo que no lo consideran un crimen y hasta podrían creer que resulta de beneficio para éstos.

Rosas Defáz (2016) incluye a la normalización del maltrato como una de las características que poseen las familias de los niños maltratados. El porqué de este fenómeno puede explicarse tomando en consideración que las interacciones familiares están influenciadas por factores sociales, culturales, emocionales, conductuales y de la organización familiar, que en muchas ocasiones favorecen el mantenimiento del fenómeno de la violencia. Esto se ve ejemplificado especialmente en las creencias acerca de los roles que deben ser asumidos por cada uno de los miembros de la familia: Hombre (dominante), Mujeres y niños (sumisos). Además, por la normalización y justificación de la violencia en el interior de la familia, estrategia para solucionar problemas (Camacho Rojas, s.f).

No se normaliza únicamente el maltrato físico, que es el que en muchas ocasiones se asocia con la violencia, sino que se suelen normalizar otros tipos de maltrato. Ayala Joya, Cortes Rodríguez, Parra Rojas y Vasco Martínez (2016), indican que la violencia en el ámbito familiar constituye una problemática de tipo social, la cual se encuentra a su vez asociada a factores de tipo interpersonal, económico y cultural, y que durante décadas ha sido normalizada debido a que tanto el maltrato físico, como verbal o psicológico, son mecanismos usados frecuentemente para disciplinar y educar, utilizados por las madres y padres con sus hijos.

Ante esta normalización de situaciones que pueden ser consideradas como maltrato de menores, se pueden plantear varias alternativas para ayudar en este caso a los niños, ante un ambiente en donde la violencia está normalizada. Una alternativa es la construcción de la resiliencia en los niños. La resiliencia se define como la resistencia frente a la destrucción, es decir, la capacidad para proteger la propia integridad bajo presión, y más allá de la resistencia, la capacidad de forjar un comportamiento vital positivo (Muñoz Garrido y de Pedro Sotelo, 2005). Entre las formas de construir la resiliencia en los niños se encuentran las siguientes alternativas:

1. Ambiente social facilitador: Se refiere a redes de apoyo social, como grupos comunitarios y religiosos. También, a modelos positivos y a la aceptación incondicional del niño o adolescente por parte de su familia, amigos y escuela.

2. Recursos personales: Es la fuerza psicológica interna que desarrolla el niño en su interacción con el mundo. Así también la autoestima, autonomía, control de impulsos, empatía, optimismo, sentido del humor y fe o creencia en un ser superior o en la fraternidad universal.

3. Habilidades sociales: Ser capaz de manejar situaciones de conflicto, de tensión o problemas personales (Muñoz Garrido y de Pedro Sotelo, 2005).

Al plantear la alternativa de la construcción de la resiliencia en los niños como una forma de protegerlos del maltrato, no se desea implicar que el maltrato sea adecuado y aceptable. Lo que se busca es plantear una alternativa práctica y realizable que sirva como factor de protección ante la violencia. Es crear alternativas ante la vulnerabilidad social que los niños sufren como grupo.

fotoIrmaris Cruz Núñez M.A. es psicóloga académica investigativa y estudiante a nivel doctoral. Actualmente realiza su disertación doctoral en el tema de la remoción de menores por parte del Departamento de la Familia.

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